La marcha ciudadana marca un precedente de que el resultado en las urnas no fue un cheque en blanco para quienes tomarán las riendas de la administración pública federal.
La libertad de expresión es un derecho inalienable que, aunque sobra decirlo, debe ser respetado por el gobierno, sobre todo cuando este se precia de ser democrático y abierto a la opinión de los ciudadanos.
En este contexto, la Marcha Ciudadana “México por la democracia legítima”, en la que participaron miles de personas el domingo 11 de noviembre, para manifestarse por la continuidad de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco, toma una singular relevancia que, para entender en toda su dimensión, hay que desmenuzarla.
Se trata de una decisión inédita, entre otras cosas porque, aún sin estar en funciones, el gobierno entrante ya resolvió actuar como si lo estuviera, tomando como base una consulta pública que contó con una ínfima participación, pero que es su único sustento para cancelar la obra aeroportuaria transexenal, la cual vale mencionar, lleva una tercera parte avanzada.
En un mundo globalizado y en pleno siglo XXI, el desarrollo de un país depende en buena medida de estar bien comunicado, lo que no sólo refiere a tener vías de acceso y tránsito funcionales, sino también a que las autoridades vean, escuchen y tomen en cuenta a la ciudadanía en temas torales de los que depende el progreso de la Nación.
El gobierno por llegar debe estar atento a las expresiones de la población, como lo fue la de la marcha ciudadana que se llevó a cabo del Ángel de la Independencia al Zócalo capitalino, en la que un importante sector de los mexicanos, enviaron un fuerte y claro mensaje a sus próximas autoridades y que, en el fondo, marca un precedente de que el resultado en las urnas no fue un cheque en blanco para quienes tomarán las riendas de la administración pública federal.
Mejorar la calidad de vida de los mexicanos requiere que sus autoridades saquen adelante los proyectos que sirvan a tal fin, por ello se requiere certeza y claridad que permitan dar pasos firmes a las inversiones y a la competitividad.
Asimismo, la apertura, la congruencia y la tolerancia son tres condiciones que hoy en día son fundamentales para lograr una convivencia en paz y caminar hacia el desarrollo del país.
La finalidad de un gobierno es servir y promover el bien común, para lo que se requiere mantener equilibrios, por ello es de suma importancia que quienes ya casi abren el cerrojo de la puerta gubernamental, sean sensibles y no hagan oídos sordos a la fuerte voz que este 11/11 la ciudadanía contundentemente hizo escuchar.